jueves, 13 de agosto de 2009

Quizás...


Se escribe porque algo habrá que hacer; llenar el vacío, ordenar el caos, o simplemente hablar porque ya estamos hartos de escuchar, de aprender cosas insulsas. Quizá por miedo a decir estupideces, al ridículo, o para no quedar presos de nuestras palabras. Quizá por todo eso no se dice lo que se piensa. Sí en cambio se escribe y se guarda bajo llave, en un sitio remoto y secreto hasta que el convencimiento propio nos otorgue el valor para leer en alto lo que un día fue escrito en soledad. Quizá si esto mismo sea descubierto por casualidad la cosa tenga algún sentido, como ser de izquierdas, o quizá no tenga ni sentido ni valor, salvo lo anecdótico de la casualidad.

Todo son voces que dicen que no. Que lo que escribes no vale, que desistas, lo dejes y enciendas la tele, o escuches música si eres más sofisticado. Al final te lo crees y te sumes en la ligereza del desánimo, en la facilidad del dejarse llevar y el sonreir sin motivo. Total... Para lo que hemos de hacer aquí.... Una posición muy poco creíble, incluso incómoda, pero todo tiene su tiempo para ser creído, como dice Marías, todo, incluso que no valemos una mierda o que nuestras vidas son insignificantes, hasta para nosotros mismos.
Y así seguimos un día más, deslegitimando motivos para saltar de un noveno, uno a uno, confiando al sexo la competencia dadora de sentido que antaño tenía la religión, o la guerra. Y ya no sabemos si subir al décimo para asegurar más la caída o bajar un par de pisos y creer en una heróica segunda oportunidad.

Siempre hay juicio, lo tenemos, lo buscamos, lo pedimos y deseamos que nos lo pidan.¿Para qué? Pues porque algo hay que hacer... Cuándo descubre uno que ES mucho más allá de lo que en realidad es, que no hay límite salvo tu resistencia frente al abismo. Qué reacción se espera frente a este despertar. Qué hacer, qué decir. Quizá nada. Posiblemente sea lo mejor, callar como meta. Suena triste pero quizá sea lo mejor.

Quizás.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Fuerzas.



Fuerza, dice Michel Foucault, es la capacidad que algo tiene para influir o afectar en otro algo. Afectar es la clave. En esta definición de fuerz no hay un criterio moral, ni un juicio acerca de lo correcto, es una definición neutra. En la fotografía podemos encontrar una clara ejemplificación de lo que las fuerzas son. El gato está sentado al sol, y cerca del agua, girándose hacia detrás, como si algo llamase la atención. El gato siente la necesidad de sentirse afectado por el calor del sol, y por beber el agua. Así mismo otra fuerza afecta al gato llamando su atención.
Más o menos, así funciona nuestra vida, piensa Foucault, que concibe las fuerzas dentro de una red infinita (retícula) en la que todas las fuerzas tienen el poder o la posibilidad de afectar a todas las demás fuerzas puesto que todas están unidas.
La noción estructuralista de las fuerzas suena un poco abstracta a bote pronto, pero si pensamos deenidamente en ella veremos que la abstracción de su planteamiento no es más que una mera formalidad, debido a la necesidad de generalizar y de hablar en un lenguaje más filosófico que literario. Si, como decía Witggenstein, los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje los filósofos se han visto impelidos a extender su lenguaje para poder ser más objetivos y cada vez llegar a más recovecos de la existencia, ser más. Como caso paradigmático está Martin Heidegger quien en cierto modo se inventó un nuevo lenguaje debido a los límites que el lenguaje coloquial imponía a sus investigaciones (Entender a Heidegger es toda una aventura, y además muy grata). No es por afán de erudición ni de reconocimiento por lo que los filósofos se han inventado otro lenguaje (no así los políticos) sino por la complejidad del mismo asunto que se trata, por el requerimiento y la necesidad de un lenguaje complejo. Pedir a un filósofo que hable en un lenguaje comprensible es aceptable, pero es una petición estéril de principio, limitamos su mundo. Es como si le pidiésemos a un físico que nos explicase la teoría de la relatividad mediante el método de sumar y restar manzanas.

Volvamos a las fuerzas de Foucault. Con todo lo dicho sobre el lenguaje no pretendía sino excusarme y esclarecer que lo que sigue, y lo que se podrá encontrar en este blog, será más literatura que filosofía.
Veamos la resistencia que las fuerzas presentan al tiempo, al cambio. Durante los años de carrera me he dado cuenta de que me he sentido más alegre durante el curso que durante las vacaciones. Aunque siempre estoy anhelando el tiempo libre para tocarme los huevos, es un hecho el que el lugar donde me los todo no es mi propio lugar. Ahora que es verano y que tengo tiempo libre, lo confieso ¡Me aburro!, qué le vamos a hacer. Quizá ese anhelo de tranquilidad para "hacer" todo lo que durante el curso no he tenido tiempo para hacer queda olvidado en el momento en que cambio de casa. Ya no estoy en la misma ciudad, ni en la misma casa y el café que tomo por las mañanas no tiene nada que ver con el que tomaba en Granada, es decir, mis fuerzas han cambiado, ya no soy afectado por las mismas que hace dos meses, así que, en cierto modo, ya no soy el mismo.... "qué miedo". Suena extraño pero es cierto, y si no, pensad en Foucault, mi retícula ya no es la misma, me he desplazado de la retícula anterior, y las fuerzas que antes me afectaban a diario, formando parte de mi vida, como mi amigo Pol, que ahora está en Barcelona, o el café, sobre todo el café, ya no son constitutivos, sino anecdóticos.

No es malo cambiar la retícula de vez en cuando, con la distancia nos damos cuenta de qué fuerzas nos hacían bien y cuáles no. La vida cambia, es un hecho, ni bueno ni malo. La mutabilidad de la vida es su tragedia y su salvación (qué aburrimiento si fuese siempre lo mismo y otra vez igual). Pues eso, que echo de menos mi café granadino y a mi amigo Pol, y mi sofá y mi apartamento. Ahora me afectan otras fuerzas, diría Foucault, o mis circunstancias han cambiado, diría Ortega. No es nostalgia, es una llamada de atención, lo frágil que es el paso de lo constitutivo a lo anecdótico, de como las cosas, las calles, las personas están en tu vida y de repente no están, y no te queda otra que hacerte a la idea, acostumbrarte y no perecer en el intento.... Y al igual que cambian las calles por las que paso a diario cambian mis rutinas e incluso mis pensamientos y así me aparto de lo que era y me sumo en la incertidumbre del qué soy ahora de cuáles son mis fuerzas y en quienes yo afecto.
Y así otro día de agosto, y hoy contento porque he vuelto a mirar al techo, gracias a mi hermano, aliento.