lunes, 20 de diciembre de 2010

A la puta carrera.

Falta de tiempo. En ocasiones empleamos esa expresión para referirnos a una susceptible carencia de minutos que a lo largo del día se nos aparecen como despresentes, quizá para dedicar más a las cosas que hacemos o quizá para unificarlos todos bajo un mismo horario y emplearlos en algo nuevo, o en algo viejo y ya dejado, o a lo cual siempre queremos volver y no podemos, o quizá no podamos. La expresión produce así una distorsión que imposta nuestro ser, refiriéndonos al tiempo desde su falta configuramos la apariencia de una dualidad intrínseca; yo y el otro de yo. Quien hace y quien desea, el que es en los actos y el que es en el pensamiento. ¿Seguro que somos dos? No lo se, me lo pregunto. Trato de entender el porque de esta eterna contradicción que somos cada cual con nuestro tiempo, y que llego a entender y a ver como un problema que atañe a todos, un problema casi universal, aquel en el que hablamos de nosotros mismos desde dos planos, el que somos y el seríamos si tuviésemos la ocasión de ser, las cosas que hacemos y las que haríamos si tuviésemos tiempo

No se, quizá hablemos desde el desconocimiento de qué haríamos caso de tener tiempo para aquello que siempre desdeñamos por poco conveniente o propicio. Hablamos desde el pensar que, desde el no saber efectivo, desde la no realización de aquello que ansiamos. Por tanto nuestra carencia más que de tiempo es de hecho, de voluntad. Nietzsche decía que todo aquel que no contase con un tercio del día para dedicarlo a sus disquisiciones más cerebrales vivía en la esclavitud, una refinada estructura de confinamiento que canaliza las energías más en la queja continua que en la acción, más en el lamento que en la violencia inherente que a cada cual legitima para hacer de su vida algo suyo. Esto más bien lo dijo Foucault, pero para el caso nos sirve.

Ansiamos tiempo, un tiempo que nos es robado, sustraído, imposibilitado. Los ritmos hoy son extenuantes, acelerados. La perfección un ideal inalcanzable pero cada vez más exigible, de todos lados, del trabajo, de las responsabilidades, de las relaciones, del amor, y más que como una cadena que nos ata se trata de un hábito que nos imponemos, sin saber por qué y recurriendo con exceso a la queja del póbrecito de mi, al victimismo falsado, pues no queremos ser víctimas sino tan solo acomodarnos en su estatus de legitimados para quejarnos y ser escuchados en aquello que decimos. Queremos un tiempo que entendemos como nuestro pero que no nos atrevemos a reclamar, a coger. Funcionarializados como estamos, abyectos al quehacer cotidiano y a las doctrinas de escarnio establecidas, a las catarsis colectivas del fin de semana, al cine, a los libros de éxito que siempre aparecen por navidad, a los lunes, los másters, las mierdas y las coles, las jodiendas, las vienales, los sabañones y los domeñables la única ideología posible es a la puta carrera, la prisa, el horario de cierre, de apertura, el sprin por coger el metro, el puntual inicio del telediario. El tic. y el tac. que nos es tan propio como ajeno. Y no hay tiempo para más.

Como quizá todos pensemos, entre mis propósitos también está el de sacar un hueco para ser y hacer todo aquello que no soy ni hago pero que me gustaría ser y hacer. Estamos arrojados al mundo y nadie va a venir a recogernos, ningún equipo de rescate aparecerá en helicóptero ni al final del proceso la sentencia nos indemnizará con los minutos y segundos robados y perdidos. Somos como estamos, pero no podemos ser sin proyectarnos, sin un alivio, aunque sea mental, de la revolución que no pudo ser, pero que en nuestro fuero interno siempre apoyamos. Somos tan amorales como un neumático pero siempre nos quedará echar la culpa a otro, o al sistema, o a lo que tocaba en ese entonces. Quizá así nunca seamos culpables de nada, seamos simples víctimas, pero tampoco seremos héroes, ni dueños de nuestros minutos. Seremos lo que seamos, pero no lo que quisimos ser, porque en verdad no lo quisimos como se han de querer las cosas, con voluntad.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Cosas que pasan

Cosas que pasan. A veces a uno, a lo largo del día le ocurren cosas, o las ve, o las oye, o las propicia. Acciones u omisiones que le hacen a uno recobrar la fe en la humanidad, en darle otro voto de confianza a una vida ya de por si despiadada. La gente, de la que ya estamos acostumbrados a no esperar nada, en ocasiones lanza un verso al viento y desde su gañanía incardinada hace un gesto que vale un mundo. A veces no, a veces todos somos tan hijos de puta como cabría esperar y actuamos como tales, sin alterar la tónica, siendo tal cuales nos criaron y crecimos. Pero a veces no.

A veces simplemente no pasa nada. Las horas de un día transitan por el reloj con un aplomo intrascendente, cargado de pesadez, esperando su relevo y su descanso, las tres... las cuatro.... esperando desde un gesto irónico de las agujas que las cinco y las seis traigan algo nuevo, sabedoras de que nada más lejos de lo común, de lo propio de los días que no pasa nada. Mientras somos tan valientes como para aburrirnos hay gente que nace y que muere, personas a las que le parten el corazón o el alma, ignorando de nuestra existencia así como nosotros hacemos lo propio con la suya. Somos unidad, uno. Cada vez más. Mientras uno oye o escucha a quien habla a veces no hace otra cosa que aguardar su turno, para comenzar su perorata (que es la que dice algo) con un inicial Yo rotundo, y habla, y dice, y se pierde. Entonces de tanto decir a veces no dice nada, y ni el Yo inicial le salva. Esos son los días en que no pasa nada.

Pero a veces no. A veces uno se toma a pecho el lenguaje y va más allá de lo que las palabras dicen. Se imbuye en la estructura intrínseca de las proposiciones que le lanzan o que emite, para captar la intencionalidad inherente de cada suspiro con forma y alma. Es un lenguaje confuso el que nos envuelve a diario. Ningún lenguaje es natural, ni el más común. Si se ve con calma, hasta el decir más descuidado a quien nos confía y nos respalda lleva aparejado una increíble carga lógica que de forma implícita o explícita queremos transmitir. Fatuo intento. Las palabras no se escuchan desde las palabras, y en los oídos no hay palabra. En el decir siempre hay un querer. Una intención que quiere, subrepticiamente, hacerse patente, influir, afectar, trascender. El vicio del lenguaje es jugar al despiste, en atribuirle al azar la resonancia de nuestras palabras para que la forma que finalmente adopten estas en los oídos de quien nos escucha no sean de nuestra responsabilidad, sino del entendimiento o el contexto. Dejar al descuido la interpretación y dejar lo importante en las palabras es la más cruel de las falacias, puesto que con ella nos hacemos cómplices de aquello que odiamos, la falta de claridad. Por ello los días en que todo son palabras y detrás de ellas no hay nada son los días que no pasa nada, y los días en que se deja al azar o a la interpretación la verdadera intencionalidad de lo que queremos decir son los días crueles, los días en que nos comportamos siendo tal cuales nos criaron y crecimos. Pero eso son cosas que pasan.

viernes, 26 de noviembre de 2010


- Hombre señor López, cuánto tiempo sin saber de usted. Ya me estaba empezando a preocupar. Pensé en llamar a su casa para ver si se había puesto usted enfermo.
- No se preocupe señor Pérez. Sólo estuve de vacaciones.
- ¿Viajó a algún sitio? ¿A ver a la familia quizá?
- Nada de eso. Me quedé en casa, sin salir, al abrigo del brasero y en la rutina de los libros. Verá. Estaba ya dándole vueltas a una retirada a tiempo. Llevaba ya demasiados meses andando a pijo sacado por las calles, con prisas siempre por las cosas más estúpidas. Así que decidí pararme, coger aire, y salir corriendo nuevamente como un niño, con todas las fuerzas del mundo. En eso he estado estas semanas, cogiendo aire.
-¿Respirando?
- Exacto. A veces me falta el tiempo, y el cerebro se me llena de cosas absurdas, a las que por inercia acabo dándoles importancia. Uno es crítico, y se empeña a serlo oiga. He leído a Marx y a Horkheimer, pero a veces me le escapa la ligazón entre la acera y los libros. Por eso los poetas necesitan silencio.
- No sabía que fuese usted poeta señor López.
- Todos lo somos, lo que ocurre es que muchos no ejercemos. Me incluyo.
- Conociéndole como le conozco, atisbo a entender que su retiro parcial se ha debido a algún hecho grave, de esos que le hacen huir, esconderse del tiempo para pensar con calma lo ocurrido, para después volver a los segundos y los minutos con esa mirada tan suya, la que parece tener las respuestas a todas las preguntas, incluso las no formuladas. Dígame, en qué han andado ahondando sus anodinos pensamientos anónimos.
- En todo y en nada, la verdad. No fue un hecho lo que me hizo salir corriendo, señor Pérez. No hubo tal delito flagrante, ni desengaño, ni muerte trágica o acontecimiento lo suficientemente potente que me pusiese en huida. Fue más bien una ausencia. Me pudo la rutina, el todo va bien, el según lo previsto, la falta de contratiempos y sorpresas. Uno los detesta tanto como se acostumbra a ellos y acaba deseándolos, pese a saber que en ocasiones le serán desagradables.
No hice nada señor Pérez. Simplemente me desperté una mañana y no me convenció lo que había más allá de sacar un pie. Eché cuentas y entre el sueño y el afuera decidí quedarme durmiendo un rato más, no mucho. Después, me dije, en pie y a otra cosa . Así lo hice. No fui a trabajar, ni contesté a las llamadas ni resolví aquellos asuntos pendientes que, en principio eran urgentes y dependían de mi responsabilidad. Al final se demostró que ni lo uno ni lo otro. Ya ve, todos somos contingentes, nadie necesario, ni los alcades.
- Jajajajaja, qué gran película.
- Entre las mejores del cine español, sin duda.
- Y a qué se dedicó en ese mientras, en el espacio habido y entre la pausa y el salir corriendo como un niño.
- A las chorradas más inútiles e intrascendentes y que, sin embargo, ansiaba hacer. Paseé, toqué la guitarra, leí, leí mucho. Novelas sobre todo, ni ensayo ni filosofía ni periódicos ni esquelas. También poesía.
-¿A quién?
- A Machado. Campos de Castilla.
- Un buen plan, desde luego. Le tengo hasta cierta envidia sana.
- Aprendí a degustar el sabor dulce de lo inútil, de lo intrascendente. Nada es vacío si al mismo tiempo tratamos de buscar algo más que la utilidad práctica, la eficiencia o la idoneidad. Siempre hay un temple, una llamada del acto a quien lo ejecuta. Un reflejo del cariño que ponemos, como poetas, en aquello a lo que orientamos nuestras pasiones.
- Las pasiones.... qué término tan amplio y tan vacío a la vez.
- Pasiones. Al fin y al cabo son interpelaciones del propio espíritu, del propio ser. Mensajes indescifrables que se nos aparecen como un sentimiento, como una sensación de placer o displacer que nos llevan a ahondar en ello, en lo que sea. Cosas en principio vacuas pero en las cuales descubrimos que nos va la vida en ello en cuanto las tocamos, las manejamos. Creamos las pasiones, ellas nos encuentran pero somos nosotros quienes les damos curso, existencia.
- Y cómo se siente ahora, tras respirar y salir corriendo.
- Como un niño.
- ¿Entusiasmado?
- Aburrido. Necesito un juego nuevo.
- Y qué fue de las pasiones.
- Las pasiones siguen, son más un "ethos" que una "techne". La potencia sigue, el contexto varía. El acontecimiento continúa, se transforma, crea otros acontecimientos, otras emergencias de sentido. Y así un día más. Feliz de ser consciente de esto, de saber saber querer lo detestable.
- Bellísimo eso que dijo. ¿Y su hija?
- Bien, esta mañana me dio un beso, y salió corriendo.

Photo; J. Doménech.

domingo, 3 de octubre de 2010

- Dígame señor López, qué hace tan callado, tan absorto en sus pensamientos.

- Pues verá señor Pérez, es que he olvidado las gafas y no puedo leer. Así que me he dado al sino de la imaginación, a dejar volar los pensamientos sin ton ni son y esperar a ver qué sale. Es divertido.

- Y en qué andan ahora sus denostados quebraderos de cerebro.

- Ahora mismo estaba pensando en la expresión "hasta los cojones". La veo muy visceral. Aunque lo cierto es que no se si la metáfora refiere al dolor físico de huevos o si bien sitúa el hastío en lo genital. Merece la pena profundizar en estas cosas. Cada palabra, gesto o expresión de los que a diario nos parecen inocuos esconden tras de sí un infinito y una historia propias, sendas que sólo los más aviesos se atreven a transitar.

- A mi me da que es una expresión no calculada, en cierto modo no hay metáfora ni comparación, es sólo un dicho convencional que con el uso ha adquirido su significado más allá del que refieren sus propias palabras.

- Un quite torero en la dicción a los que somos tan dados los españoles.

- Exacto.

- Y dígame señor López, ¿Es que acaso está usted hasta los cojones de algo?

- Pues si, valga la repetición estoy hasta los cojones de estar hasta los cojones. Desde pequeño he ido observando que conforme crecemos todo es más complicado, más difícil y más largo. Las cuestas son más empinadas y las cargas más pesadas.

- Además todo son problemas y uno acaba tan harto que sólo puede cagarse en Dios, la patria, las banderas y escenificar toda esa mala hostia con un soberbio apretón de cojones mientras tilda de rabia su rostro.

- No todo es malo hombre, no sea tan maniqueísta. Nos queda la música, las mujeres y la poesía.

- Y la buena mesa.

- Y las palabras.

- Si, y las palabras.

jueves, 23 de septiembre de 2010

私の足, y no las tuyas.

Mis piernas, estas que son mis piernas, no las tuyas, ni las de nadie. Las mías. Las que me traen, me llevan, las que me han movido hasta donde estoy ahora, sentado, escribiendo, apoyado sobre mis piernas, las mías, no las tuyas.
Mis piernas, sobre las que tú te apoyas, sobre las que tú te sientas. Las que aprietas, acaricias, rozas, besas, observas. Mis piernas, las que están arriba cuando las tuyas están abajo, las mías que son las tuyas cuando las tuyas que son las mías están abajo, y tus piernas sobre las mías arriba. Cuatro en total.
Mis piernas que son las mías, que soy yo. A las que nací unido, las que se estiraron cuando yo me estiré, las que siguieron estirándose cuando yo ya no me estiré más, y ahora soy más piernas que otra cosa. Mis piernas, las mías, las que andan y anduvieron, las que duelen, las que se rompieron, las que pican. Las que corren cuando yo corro, las que no se cansan cuando yo si.

Mis piernas, las que acaricias sin tacto con las tuyas, las que tocas sin querer pero queriendo, con las que te confundes y ya no son dos y dos sino una y una y una y una. Las que se tensan, se retuercen, se enroscan, se espeluznan y se duermen.
Mis piernas las que se visten, se disimulan o se exageran, las que se mojan cuando llueve y yo no, las que me separan del suelo y me mantienen en pie, mis piernas las mías, las que ya no son lo que son cuando me arrodillo, cuando me tumbo.
Mis piernas, las que hoy son carne y vida, sangre, músculo, materia y tensión. Las que mañana, ¡las mías!, serán quietud, putrefacción, comida para larvas, mosquitos y gusanos. Pasto de alimañas, las mías.

Mis piernas, las que son ahora atril y luego ruedas, ahora raíces y luego alas. Mis piernas, las mías, y no las tuyas, ni las de nadie, Mis piernas, las mías, "my legs", "mes jambes", "le mie gambe", "meine Beine","minhas pernas", "私の足", "les meues cames", y no las tuyas.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Me gusta guardarme un poquito de ti cuando me das un beso. Para cuando voy, para cuando vuelvo. Para el camino. Ese dulce placer de saborear otros labios que se alejan pasos atrás, en dirección contraria, pero que se sienten cerca cuando muevo los míos, y noto tu boca, que ahora está, que ahora no. Que se va.

Un beso es un segundo muerto, un cerrar los ojos consciente de que el mundo se detiene, deja de girar por un instante, y no hay nada. Todo es calor y tu beso, tu piel y tu beso, una caricia y tu beso. Nada más. Cuando abro los ojos tú sigues ahí, y el universo sigue su curso, pero el beso se va, queda su sabor, pero desaparece... ya no es, ha sido. Y así, con esas cosquillas de memoria y ese tacto que no es el mío sigo danzando, hasta el siguiente. Como si el mundo parase, o como si fuese muy rápido, depende. Cuando cierro los ojos sólo estás tú, y tu beso. Y nada más.

martes, 24 de agosto de 2010

Otro cigarro.

Hace ya tanto tiempo que casi olvido que tu imagen es un sinvivir, un continuo martilleo al alma, al corazón, a la lucidez, anunciando con bandas militares la entrada del absurdo en la ciudad, la vaciedad, el sufrimiento, el sinsentido, la angustia, el dolor, lo nefasto, la dejadez, el deslizamiento, el nihilismo, la muerte. Y todo esto con solo imaginar tu rostro.

Qué perdición de existencia. Cuánto absurdo. Absurdo autoinmune, absurdo que se absurdiza para no caer en el mayor de los absurdos, la nada, el vacío. ¿Y todo para qué? Me pregunto cuando viene el silencio y puedo pensar. Cuando la calle calla y el poeta encuentra el silencio como el pintor el pincel. Para nada, concluyo. Y así, sin motivos ni razones, ni fuerzas ni ganas, el absurdo hace olvidar su propio absurdo con el sueño reparador, con la dulce droga del sueño percibido como eterno, sin límites, sin leyes. Para nada. Absurdo, perfecto caos.

Y todo por ti y sin ti. Porque eres como el rayo que llega, deslumbra y se va. Al que siempre mi mirada llega tarde para verlo y sólo siente su luz, o su fuego. Presencia despresente. Y todo por unos ojos, pero qué ojos. Los mismos que miran, los mismos que engañan, engañaron, los que son y no son. Los que hoy son sombra, ayer veneno, mañana adiós. Qué ojos. Se clavan en lo oscuro, cuando cierro los míos y ya nada vale, ni las palabras. Cuando se piensa con luces y el dolor se me hunde en el pecho erizándome los pelos.

Otro cigarro, así no se puede dormir. Así no se puede vivir. No se vive, se sobrevive en un eterno punto y aparte del que el tiempo tan solo trae la certeza de su realidad inmutable. Lo que fue es. Será siempre. La calma y un pensamiento al aire, desentrenado, traicionero, hacen el resto. Hacen que la ciudad se hunda, se inunden los edificios, floten los coches y los hornos de pan sean refugios de peces. Pánico, perfecta servidumbre de la antivoluntad de ser. Tus ojos y todo se hunde. Absurdo.

El rayo que no cesa siempre ilumina pero a veces no quieres ver. Sabes de memoria el paisaje y estás aburrido de verlo. Estoy cansado de tus ojos, exhausto. Busco distracción, sublime instrumento de quien piensa en estructuras. Lenitivo. Narcótico. Absurdo pero eficaz. La lucidez también merece y necesita una tirita, una caricia.

Por fin la neblina, la conciencia de la inconsciencia del ahora, del soy. La torpeza del pensamiento, la pesadez de los párpados. La baba. La puntilla torera, el tiro de gracia y el adiós... No mas. Mañana tus ojos se irán por el desagüe y miraré al espejo y serán mis ojos, y no los tuyos.

Rayuela, capítulo 7.

"Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua."

domingo, 18 de julio de 2010

Ignorantes.

Nacemos en la más completa de las ignorancias. Desconocemos tanto nuestro parentesco y filiación, como el país en el que vivimos, nuestros apellidos, dirección, ciudad, código postal. Simplemente tenemos conciencia de nuestro ser, y éste sólo toma consistencia a través del tiempo y del ahora cuando alguien decide darnos un nombre, un signo que refiere a nosotros, una palabra, un sonido que nos identifica, ante nosotros y ante todos. Nombre, más apellidos, signos restrictivos que conducen a la unicidad de quien tenemos delante, de quien nos habla o nos escucha.

Nuestras vidas son el conjunto de nuestras ignorancias, curioso porque somos todo aquello que desconocemos, aquello que no podemos saber ahora y que cuando lo sepamos ya no tendrá validez, ni nos será útil, quizá tampoco relevante. Somos lo que desconocemos, nos configuran nuestros errores que no son tales sino más bien actos precedidos de una información imperfecta. Palabras acortadas, miradas que esquivan lo que son. Tendemos a confiar en nosotros, en nuestro instinto, en nuestras emociones, sin saber que nuestra cerrazón y el inútil sentimiento de omnipotencia acallada por el orgullo inconsciente de ser nos llevan al error, al fallo, a la posterior desesperación y rememoración de todos y cada uno de los hitos que nos llevaron a ser lo que ahora somos, buscando con insistencia y desesperación el hecho que nos exculpe, que nos exima de responsabilidad para poder pensar en nosotros mismos con una pesadez menos asfixiante. Anhelamos la levedad, la fluidez y la desconfianza, ya nadie quiere ser siendo sino ser sido. Se rechaza el riesgo y se potencia el mérito y el homenaje, y seguimos ignorando el por qué.

Somos ignorantes sin remisión. Ignoramos lo que querríamos saber sin saber qué es aquello que no queremos ignorar. Nos gusta porque desconocemos no sólo su contenido sino su forma. Lo otro, el sexto sentido del que desconocemos su utilidad o su sensación.

Ignoramos para amar y para querer, a sabiendas de que sabiendo la cosa no tendría tanta gracia, a sabiendas que el "tú" aminora el sentimiento de vacío del "yo", el precipicio de la desorientación en el lugar de nuestras vidas, a sabiendas de que saber es un privilegio que nos está vetado, por ignorantes.

Ignorantes somos deseosos de saber, sin saber que quien ignora también confía en quien también ignora, aunque no lo sepa. Sin embargo dos mentiras no hacen una verdad ni dos ignorantes un sabedor. Por ello la ignorancia tiene la doble cara de la tragedia y de la comedia, de la vida y de la muerte, del amor y del vacío. Confiar es subvertir nuestra ignorancia e investirla en acto heroico de quien echa el resto y le pasa su cargamento a quien viene detrás, siempre detrás. Si no ignorásemos no podríamos vivir, sería todo demasiado desesperante, demasiado lúcido. Sin embargo tampoco podemos vivir cómodos en la ignorancia.

Somos ignorantes que queremos saber, sabiendo sin embargo que no se puede saber y vivir, confiamos nuestras ignorancias porque no confiamos en nuestro ser ignorante.

Ignoramos, confiamos, sabemos, queremos.

miércoles, 14 de julio de 2010

1º ANIVERSARIO "MIRADAS AL TECHO"

GRACIAS POR TODOS VUESTROS COMENTARIOS, POSTS, SUGERENCIAS, DESVARÍOS, SALUDOS, RÉPLICAS, ETC....

miércoles, 16 de junio de 2010

Uno que dijo "voy a estirar las piernas"

- Pues me parece que lleva usted razón señor López. Al final todo es subjetivo y no dura más que lo que permanece en nuestros pensamientos como actualidades más o menos denodadas por el intelecto y el interés de cada cual mientras lo piensa y lo lleva a cabo.

- Pero no por ello todo es subjetivo o carente de más valor que el presente. Lo que yo quise decir con mi argumentación es que en un mundo demasiado hostil parece una encerrona fiarnos de argumentos y banderas que no valen más que la charlatanería de quien las ensalza.

- ¿Entonces llegamos a la conclusión de que nada vale?

- En absoluto. Jamás quise decir eso. Simplemente apunté la certeza de que los viejos ideales ya no pueden ser heredados. Vea, señor Pérez, que los occidentales cambiamos ya hace tiempo la patria, la religión, la moral y la vergüenza por la tecnología, el estado del bienestar y la puta que los parió. Y además las compramos en rebajas y a un precio muy alto, qué tontos nuestros padres, y nuestros abuelos por no aconsejarles mejor. Fue una compra sin garantía ni devolución, como quien compra un souvenir a un tercermundista en un viaje de placer a un ridículo coste con el que seguramente comerá toda la familia en una semana pero al revés, fuimos nosotros los que perdimos. No. No es que nada tenga valor, sino que después de semejante cagada ya no tenemos un criterio creíble. Ni siquiera nosotros somos creíbles.

- ¿Entonces todo vale?

- Es usted rebuscado señor Pérez. Es más fácil decir que existe algo con valor, sin determinar el qué, que afirmar que tal valor o criterio es inexistente. Contestar a lo primero supone una evasiva, a lo segundo una condena a descrédito. Verá. Todo y Nada son conceptos sin contenido, expresiones evanescentes que o bien no nombran nada o bien refieren a un mundo completo. Es como gritar a una nube y esperar que el cielo se vuelva verde fosforito.

- No crea que soy indeterminado ni que trato de ponerle nervioso con preguntas poco concretas. Lo que ocurre es que esta mañana no he desayunado bien y ahora mismo mis tripas me mantienen pendiente en otros menesteres, pero no por ello dejo de atenderle o de interesarme por sus respuestas. Seré más concreto. Cuando en un estadio de la humanidad tan decadente como el nuestro a la gente se le preguntas sus motivaciones para seguir viviendo o una lista sobre las cosas que quieren y valoran tienen la estúpida obsesión de contestar todas aquellas cosas que carecen de precio, que no de valor. Hablan del amor, de la amistad, del respeto, los valores, etc. La paradoja es que mientras valoran estos sobre todas las cosas en realidad se dejan la salud en un trabajo por conseguir cosas diferentes como coches, pisos y vacaciones. Mi pregunta iba por este camino. Quisiera que me diese su opinión sobre si estos nuevos dioses a los que rezamos son dignos de nuestras alabanzas.

- Quizá no andemos tan descaminados como nuestros ancestros. Nuestra civilización es decadente en la cultura. Cada día nos empeñamos por ser más estúpidos sin remisión. Antes se enseñaba a los niños a ser mayores y hoy todo está orientado a que sigamos siendo niños siempre, pero con más estilo, que se paga, claro. Quizá aquellos que hicieron la Revolución Francesa, las Cruzadas o la guerra al moro no eran más listos que nosotros sino que simplemente querían huir de algún enemigo concreto; el hambre, un matrimonio concertado o la miseria. Nuestro enemigo hoy es indeterminado, no tiene centro ni cara, así que le ponemos una palabra y listo, hoy huimos del aburrimiento, que al fin y al cabo somos nosotros mismos. Puede que tampoco fuesen hombres de férreos ideales y lealtades eternas. Seguramente fuesen tan hijos de puta como nosotros pero sin tanta afrenta por serlo. Lo que nos escandaliza son sus maneras porque en el fondo nuestros actos son calcados a los suyos. ¿No cree?

- Quizá tenga razón. En cierto modo comencé a reflexionar sobre esto cuando me senté a cagar antes de que usted llegase. Pensé que un momento tan personal como el presente debería tener más intimidad que el de tres paredes de aglomerado que tan solo preservan al sujeto activo de la visión de otros. También debería protegerse la no intromisión en el olor o los sonidos que cada cual tenga a bien emitir en un acto tan personalísimo como el de cagar. Aunque esté uno fuera de casa. Antes cagar no era un tabú pero tampoco teníamos la obligación de cagar a pocos centímetros del vecino. Esta situación no es sino un fallo del sistema en que vivimos, que a fin de cuentas nos revela nuestra tremenda estupidez como conjunto social.

- Completamente de acuerdo. Sin embargo, si estuviésemos en un bar con más consideración por el decoro no habríamos tenido esta conversación tan interesante. Y lo que es más importante, no podría pedirle que me echase el papel por debajo de la mampara que separa nuestros provisionales tronos, que me he dado cuenta de que no queda una vez que ya no hay vuelta atrás. ¿Puede usted pasarme un rollo?

- Pues verá, la verdad es que cuando le he escuchado entrar me he alegrado porque me encontraba en la misma situación que usted ahora mismo. Me ha dado vergüenza ser tan directo, a pesar de la situación, así que he preferido conversar un poco y preguntar después, pero ya veo que solo voy a sacar de esto una agradable charla y ni un trozo de celulosa. Le pongo sobre antecedentes; estamos en un baño público de un bar de carretera, la carretera es poco transitada por lo que veo ya que llevo aquí más de media hora entre unos menesteres y otros. La música del bar está tan alta que podemos oírla desde aquí así que será difícil que nos oigan.

- Podemos seguir conversando.

- Me parece bien. Total, ya se me han dormido las piernas.

- ¿Tiene fuego?

- Claro, tenga. Dígame señor Pérez, ¿Ha leído a Schopenhauer?

lunes, 31 de mayo de 2010


DE LA PASIÓN AMOROSA O AMOR SEXUAL.

De todas las pasiones compuestas que se deben a una mezcla de amor u odio con otras afecciones, ninguna merece más nuestra atención que la pasión del amor entre los sexos, tanto por su intensidad y vehemencia como por proporcionar una prueba irrefutable de aquellos interesantes principios filosóficos de que hemos tratado. Es evidente que, en su estado más natural, esta pasión se deriva de la conjunción de tres diferentes impresiones o pasiones, a saber: la sensación placentera originada por la belleza, el apetito carnal en pro de la generación, y un generoso afecto o benevolencia. El origen del cariño a partir de la belleza puede ser explicado por los razonamientos anteriores. El problema está en cómo puede ser excitado el apetito carnal por la belleza.
Cuando el apetito de generación se reduce a un cierto grado, es evidentemente agradable, y tiene una fuerte conexión con todas las emociones agradables. Alegría, júbilo, vanidad y cariño son siempre incentivos de este deseo, lo mismo que la música, el baile, el vino y la buena mesa. Por el contrario, tristeza, melancolía, pobreza y humildad lo destruyen. Dada esta cualidad del deseo, es fácil concebir por qué tiene que estar conectado con el sentimiento de la belleza.
Pero existe otro principio que contribuye al mismo efecto. Ya se ha señalado que la dirección similar de deseos es una relación real que, igual que si existiera semejanza en su sensación, produce una conexión entre ellos. Para poder comprender por entero el alcance de esta relación, deberemos considerar que cualquier deseo principal puede estar acompañado de deseos subordinados y conectados con él, y que si hay otros deseos similares a estos últimos, estarán por ello relacionados también con el principal. Así, el hambre puede ser considerada en muchas ocasiones como una inclinación primaria del alma, y el deseo de acercarse a la comida como secundaria, pues es absolutamente necesario satisfaces ese apetito. Por tanto, si mediante cualquier cualidad independiente nos lleva un objeto a acercarnos a la comida, nuestro apetito se verá naturalmente incrementado; por el contrario, todo aquello que nos incline a alejarnos de la comida será opuesto al hambre, y disminuirá nuestra inclinación por los alimentos. Ahora bien, es claro que la belleza tiene el primer efecto, mientras que la fealdad es causa del segundo. Esta es la razón de que la belleza nos proporcione un deseo vehemente de comer, mientras que basta la aparición de la fealdad para que nos resulte desagradable el más apetitoso manjar inventado por el arte culinaria. Todo esto puede aplicarse fácilmente al apetito de generación.
De estas dos relaciones, a saber, semejanza y deseo similar, se origina una conexión tal entre el sentimiento de belleza, el apetito carnal, y el afecto, que los hace en cierto modo inseparables. Vemos por experiencia que es indiferente cuál se presentó primero, pues es casi seguro que cualquiera de ellos estará acompañado de las afecciones relacionadas. Quien está encendido en lujuria siente al menos un momentáneo afecto por el objeto de su placer, a la vez que se imagina que la mujer deseada es más bella de lo habitual; de la misma manera muchas peronas que han comenzado por sentir afecto y aprecio por el ingenio y méritos de alguien acaban por pasar a las demás pasiones. Pero el tipo de amor más común es el que se origina primero por la belleza y se difunde luego en el cariño y en el apetito carnal. El cariño o el aprecio, y el apetito de generación, son cosas demasiado alejadas para estar fácilmente unidas entre sí. El uno es quizá la pasión más refinada del alma; el otro, la más grosera y vulgar. El amor por la belleza está situado en un justo medio entre las dos pasiones, y participa a la vez de la naturaleza de ambas.A esto se debe que sea tan singularmente apto para producir las otras dos.
Esta explicación del amor no es peculiar de mi sistema, sino que resulta ineludible, con independencia de las hipótesis de base. Las tres afecciones componentes de la pasión son evidentemente distintas, y cada una de ellas tiene un objeto distinto. Por consiguiente, es cierto que sólo por su relación pueden engendrarse mutuamente. Pero la relación de pasiones no es suficiente por sí sola. También es necesaria una relación de ideas. La belleza de una persona no nos inspira nunca amor por otra. Esta es, pues, una prueba notable de la doble relación de impresiones e ideas. A partir de ejemplo tan evidente podemos hacernos ya un juicio sobre lo demás.
Visto desde otro ángulo, esto puede servirnos también para ilustrar aquello en que tanto he insistido, referente al origen del orgullo y la humildad, el amor y el odio. Ya he indicado que aun cuando el yo sea el objeto de ese primer grupo de pasiones, mientras que es otra persona el objeto del segundo, estos objetos no pueden ser por sí solos la causa de las pasiones, en cuanto que cada uno de ellos está en relación con dos afecciones opuestas, que desde el primer momento tendrían que destruirse recíprocamente. Esta es, pues, la situación de la mente, tal como la he descrito ya: posee ciertos órganos naturalmente aptos para engendrar una pasión; cuando dicha pasión tiene lugar, dirige naturalmente su atención a un cierto objeto. Pero como esto no basta para originar la pasión es necesaria alguna otra emoción, que, por una doble relación de impresiones e ideas, pueda poner en marcha estos principios y conferirles el primer impulso. Esta situación es aún más notable por lo que respecta al apetito sexual. El sexo es, no solamente el objeto, sino también la causa del apetito. No sólo dirigimos a él nuestra atención cuando nos mueve ese apetito, sino que nos basta pensar en el sexo para excitar ese mismo apetito. Pero como esta causa pierde su fuerza al producirse con demasiada frecuencia, es necesario que sea acelerada por algún nuevo impulso; ahora bien, vemos que ese impulso surge de la
belleza de la persona, esto es, de una doble relación de impresiones e ideas. Y si esta relación doble es necesaria siempre que una afección tiene una causa y un objeto distintos, ¿Cuánto más lo será en caso de tener solamente un objeto distinto, sin ninguna causa determinada?


DAVID HUME: Tratado sobre la naturaleza humana (1740).


miércoles, 19 de mayo de 2010

Cortázar; sobre los modernos. Genial.


"Morelli añade: figura en vez de imagen, para evitar confusiones. Sí, todo coincide. Pero no se trata de una vuelta a la Edad Media ni cosa parecida. Error de postular un tiempo histórico absoluto: Hay tiempos diferentes aunque paralelos. En ese sentido, uno de los tiempos de la llamada Edad Media puede coincidir con uno de los tiempos de la llamada Edad Moderna. Y ese tiempo es el percibido y habitado por pintores y escritores que rehusan apoyarse en la circunstancia, "ser modernos" en el sentido en que lo entienden los contemporáneos, lo que no significa que opten por ser anacrónicos; sencillamente están al margen del tiempo superficial de su época, y desde ese otro tiempo donde todo accede a la condición de figura, donde todo vale como signo y no como tema de descripción, intentan una obra que puede parecer ajena o antagónica a su tiempo y a su historia circundantes, y que sin embargo los incluye, los explica, y en último término los orienta hacia una trascendencia en cuyo término está esperando el hombre.>>"

JULIO CORTÁZAR, Rayuela (-116).

sábado, 15 de mayo de 2010

Concepto de Ilustración.

"La Ilustración, en el más amplio sentido de pensamiento en continuo progreso, ha perseguido desde siempre el objetivo de liberar a los hombres del miedo y constituirlos en señores. Pero la tierra enteramente ilustrada resplandece bajo el signo de una triunfal calamidad. El programa de la Ilustración era el desencantamiento del mundo. Pretendía disolver los mitos y derrocar la imaginación mediante la ciencia. Bacon, "el padre de la filosofía experimental", recoge ya los diversos motivos. Él desprecia a los partidarios de la tradición, que "primero creen que otros saben lo que ellos no saben; y después, que ellos mismos saben lo que no saben. Sin embargo, la credulidad, la aversión frente a la duda, la precipitación en la respuestas, la pedantería cultural, el temor a contradecir, la falta de objetividad, la indolencia en las propias investigaciones, el fetichismo verbal, el quedarse en conocimientos parciales: todas esas actitudes y otras semejantes han impedido el feliz matrimonio del entendimiento humano con la naturaleza de las cosas y, en su lugar, lo han ligado a conceptos vanos y experimentos sin plan. Es fácil imaginar los frutos y la descendencia de una relación tan gloriosa. La imprenta, una invención tosca; el cañón, una que estaba ya en el aire; la brújula, en cierto modo ya conocida antes: ¡qué cambios no han originado estos tres inventos, uno en el ámbito de la ciencia, otro en el de la guerra, y el tercero en el de la economía, el comercio y la navegación! Y nos hemos tropezado y encontrado con ellos, repito, sólo de casualidad. Por tanto, la superioridad del hombre reside en el saber: de ello no cabe la menor duda. En él se conservan muchas cosas que los reyes con todos sus tesoros no pueden comprar, sobre las cuales no rige su autoridad, de las cuales sus espías y delatores no recaban ninguna noticia y hacia cuyas tierras de origen sus navegantes y descubridores no pueden enderezar el curso. Hoy dominamos la naturaleza en nuestra mera opinión, mientras estamos sometidos a su necesidad; pero si nos dejásemos guiar por ella en la invención, entonces podríamos ser sus amos en la práctica".

M. HORKHEIMER y T.W. ADORNO, Dialéctica de la Ilustración. (1944)

jueves, 13 de mayo de 2010

Miradas arriba, abajo, al espejo, al techo.

¿Hacia dónde miras mientras te cortan el pelo? Si miras a los ojos directamente desde el espejo vas a parecer un vanidoso, o un creído, no eso no, a los ojos no. ¿Miro a la peluquera? Entonces se pensará que no he venido aquí a cortarme el pelo sino a mirarla a ella, y no está muy interesada, puesto que no me ha dicho ni "mu" después de "¿cómo lo quieres?". Vale, pues miro al suelo, o algún punto neutro fuera del espejo. Aunque entonces pareceré un loco, con la mirada perdida y el pensamiento en La ponia mientras le pasan unas tijeras demasiado cerca de las orejas. Además, daría una sensación de forzada indiferencia que no es creíble, la peluquera lo notaría y nuevamente quedaría como un capullo....
Bueno, ya está. Cierro los ojos y hago como que me he dormido. No, no, no sería creíble. Si me durmiese no podría mantener el cuello rígido, entonces quedaría como un farsante y la peluquera podría pensar que estoy imaginando cosas guarras con ella, y las tijeras.... demasiado cerca de las orejas, "zas, zas". Ya, lo tengo!!! Miraré cómo me corta el pelo, atento a sus gestos, aunque..... quizá la incomode así, pensando que la estoy examinando, viendo si lo hace bien y criticándola en mi fuero interno. Todo el mundo tiene derecho a trabajar en paz y tranquilo, sin presiones, y la peluquera no va a ser menos, pese a que el objeto de su arte esté sobre mis sienes. No, no es buena idea mirarme el pelo siendo cortado por sus tijeras, sería demasiado coactivo, lo notaría y se enfadaría.
Bueno, pues entonces... puedo mirar a través de los espejos, que contrapuestos me proporcionan un juego por el que puedo ver todos los rincones de la peluquería. Si, esto funciona... Puedo ver a los clientes, las otras sillas, las otras peluqueras, el almacén, mi nuca... ¡y su culo!. Joder, puede pensar que le estoy mirando el culo, cosa que hago, pero sin intención primaria, ¡ha sido un desliz óptico!. Además ella conoce la disposición de los espejos así que sabrá si estoy mirando su culo o cualquier otro rincón. Me ha pillado, mierda.
La gente normalmente coge una revista, pero no me motivaba el muestrario, y si lo que pretendía era no quedar como un capullo leer el 10 minutos o la Pronto mientras me pelan pues como que....

- Ya está- dice la peluquera.
- Gracias.

Pago y me voy. Salgo a la calle y tomo conciencia de algo que acaba de ocurrir en mis narices sin darme ni cuenta. Al cobrarme la peluquera me ha dado una tarjeta con las vueltas. Parecía que había algo escrito. Miro la cartera y efectivamente, en la tarjeta hay escritos un número y un nombre. ¿Se habrá dado cuenta de que miraba sin mirar?. Quizá la llame, aunque será complicado, tendré que empezar a pensar ya a dónde miro cuando quede con ella. Quizá mire al techo.

domingo, 9 de mayo de 2010


"Por supuesto Oliveira no iba a contarle a Traveler que en la escala de Montevideo había andado por los barrios bajos, preguntando y mirando, tomándose un par de cañas para hacer entrar en confianza a algún morocho. Y que nada, salvo que había un montón de edificios nuevos y que en el puerto, donde había pasado la última hora antes de que zarpara el Andrea C, el agua estaba llena de pescados muertos flotando panza arriba, y entre los pescados uno que otro preservativo ondulando despacito en el agua grasienta. No quedaba más que volverse al barco, pensando que a lo mejor Lucca, que a lo mejor realmente había sido Lucca o Perugia. Y todo tan al divino cohete.
Antes de desembarcar en la mamá patria, Oliveira había decidido que todo lo pasado no era pasado y que solamente una falacia mental como tantas otras podía permitir el fácil expediente de imaginar un futuro abonado por los juegos ya jugados. Entendió (solo en la proa, al amanecer, en la niebla amarilla de la rada) que nada había cambiado si él decidía plantarse, rechazar las soluciones de facilidad. La madurez, suponiendo que tal cosa existiese, era en último término una hipocresía. Nada estaba maduro, nada podía ser más natural que esa mujer con un gato en una canasta, esperándolo al lado de Manolo Traveler, se pareciera un poco a esa otra mujer que (pero de qué le había servido andas por los barrios bajos de Montevideo, tomarse un taxi hasta el borde del Cerro, consultando viejas direcciones reconstruídas por una memoria indócil). Había que seguir, o recomenzar o terminar: todavía no había puente. Con una valija en la mano, enderezó para el lado de una parrilla del puerto, donde una noche alguien medio curda le había contado anéctodas del payador Betinoti y de cómo cantaba aquel vals: Mi diagnóstico es sencillo: / Sé que no tengo remedio. La idea de la palabra diagnóstico metida en un vals le había parecido irresistible a Oliveira, pero ahora se repetía los versos con un aire sentencioso, mientras Traveler le contaba del circo, de K.O. Lausse y hasta de Juan Perón".

JULIO CORTÁZAR. Rayuela (-39).

miércoles, 5 de mayo de 2010

Huérfanos de padre y calle.


Ahora estoy demasiado lejos de las que en este momento deberían ser mis calles, mis mujeres y mis amigos. El café es infinitamente peor y las rutinas que al fin son lo que uno es, quiera o no reconocerlo, son sumamente peores, dignas de menos respeto del que uno quisiese para si mismo. Los libros siguen siendo los libros, ventanas a lo incierto, a la vida que se dejó pasar por un si o un no, o por decir un ¡ahora!, o más bien por un hacer. Elecciones. Elegir es siempre un hacer, y el no hacer nada es también siempre un elegir, si no eliges no haces nada pero al mismo tiempo haces todo, quizá todo lo que no hubieses querido hacer. Si uno no sigue todo sigue sin él, y sigue igual. Decidimos y erramos, nos equivocamos a cada paso que damos y sin embargo seguimos considerándonos dignos de nuestro propio respeto, merecedores de premios y atenciones que si nos parásemos a pensar rechazaríamos. Cada cual tiene su metro, su nivel, su criterio y su rasero, y cada cual tiene la habilidad de transformarlos a tenor de las circunstancias, esperando que esto sea lo mejor para tal cosa. No nos sirve un criterio único, ya Dios murió y nada parece equiparar su estatus ni sus funciones. Somos huérfanos de padre y calle perdidos en un inmenso laberinto al que no le vemos la salida ni el sentido y sin embargo seguimos buscando una luz al final, prevista pero incierta al fin y al cabo. Nadie nos dijo que sería fácil.

Nuestros padres mintieron, eso es todo.

domingo, 11 de abril de 2010

Perfecto caos.


Perfecto caos. Sigo y persigo un sentido carente de sentido, una camino sin principio ni final. Las emociones se sienten en un doble momento, el de la conciencia de la emoción y el de la conciencia del absurdo de tal emoción y de todas las emociones. Nada salva al sinsentido, al absurdo, al vacío. Nadie redime a un muerto de sus errores o de sus heridas. Muerto está, muerto queda, muerto muere.
Todo sucede demasiado rápido, no hay tiempo para el pesar, la ausencia o la nostalgia. Debes pasar a otra cosa, se recomienda olvidar, hacer borrón y ser otro, aun siendo el mismo y ser lo que crees ser sabiéndote completamente diferente. Los límites, los propios límites. Pura estadística sin pies ni cabeza. Cifras y letras que quieren hacerte ser, hacerte reconocer, en la igualdad o en la diferencia, robarte tu ser al fin y al cabo, mentirte, engañarte. Para colmo todos perseguimos un ideal, una bandera egoísta que hace tiempo dejó de ser un relato, una historia por escribir. Dios ha muerto. La patria ha muerto. El amor está moribundo, pero aun respira. Vacío, frustración, nada. Absurdo, nada más que absurdos es lo que perseguimos, sinsentidos inexplicables, vidas convertidas en parodias de sí mismas. Ancianos que ven y no ven, mujeres que ni oyen ni escuchan. Ciudades olvidadas.

Absurdo, perfecto caos.

jueves, 25 de marzo de 2010

amistad.

(Del lat. *amicĭtas, -ātis, por amicitĭa, amistad).

1. f. Afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato.

2. f. amancebamiento.

3. f. Merced, favor.

4. f. Afinidad, conexión entre cosas.

5. f. ant. Pacto amistoso entre dos o más personas.

6. f. ant. Deseo o gana de algo.

7. f. pl. Personas con las que se tiene amistad.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Bendito dolor de muelas.


"Nada de lo que hacemos sería nuestra vida si no nos diésemos cuenta de ello. Este es el primer atributo decisivo con que topamos: vivir es esa realidad extraña, única que tiene el privilegio de existir para sí misma. Todo vivir es vivirse, sentirse vivir, saberse existiendo; donde saber no implica conocimiento intelectual ni sabiduría especial ninguna, sino que es esa sorprendente presencia que su vida tiene para cada cual: sin ese saberse, sin ese darse cuenta, el dolor de muelas no nos dolería".

J. Ortega y Gasset. Unas lecciones de metafísica.


Bendito dolor de muelas ese que te revela tu propia existencia, tu propia presencia en el mundo. Como es natural a cada sensación no se nos recuerda el hecho de existir, éste permanece como un devenir superfluo, en constante movimiento, en contradicción; olvido, posesión, mismidad. Llevo dias preguntándome cuál es la diferencia entre las sensaciones y los sentimientos. He llegado a la conclusión de que aunque en apariencia se confunden no son la misma cosa. Las sensaciones son previas, siempre vienen de fuera, nos son motivadas por algo externo. De éstas puede surgir un sentimiento, sentir tal sensación, o sentir tal cosa a partir de algo previo, un roce. No obstante, no es necesario que se de una sensación para provocar un sentimiento. Estos son propios, pueden surgir por generación espontánea. Por seguir a Ortega, si siento (si tengo una sensación tal) que me duelen las muelas puedo experimentar un sentimiento, es decir, sentirme. No obstante se usa la misma palabra, aunque para denotar conceptos distintos. No hay claridad en el lenguaje, tenemos que aportarla nosotros.

En el cariño de la intimidad se difumina esta frontera. Cuando lo externo pasa a ser interno el concepto de sentir ya se refiere a los dos sentidos indistintamente. Ya no soy, somos. Yo soy yo y a tí te experimento como yo. En la calidez de las sábanas todo se vuelve liviano, gelatinoso. El aire se funde con el algodón y la carne y se conforma un calor comparable a la fusión fría. Sin tubo de ensayo. Nada mejor que los domingos para dormir. La luz quiere ser más fuerte y los párpados no quieren ceder. No molesta, no inquieta. Noquea, como la buena ginebra, y ya no te puedes levantar hasta bien tarde. Aquí nos desvelamos del sentirse, el dolor de muelas es solo dolor de muelas, nada más. La presencia es solo vivida, olvidada. Solo queremos dormir. Cerrar los ojos y dormir. Dulce sensación, dulce sentimiento. Como una zambullida de la que no se sale nunca, siempre más abajo.

jueves, 11 de febrero de 2010

¡Saltad todos!



"Haced como el viento cuando se precipita desde sus cavernas de la montaña: quiere bailar al son de su propio silbar, los mares tiemblan y dan saltos bajo sus pasos.
El que proporciona alas a los asnos, el que ordeña a las leonas, ¡bendito sea ese buen espíritu indómito, que viene cual viento tempestuoso para todo hoy y toda plebe, que es enemigo de las cabezas espinosas y cavilosas, y de todas las mustias hojas y yerbajos: alabado sea ese salvaje, bueno, libre espíritu de tempestad, que baila sobre las ciénagas y las tribulaciones como si fueran prados!
El que odia los tísicos perros plebeyos y toda cría sombría y malograda: ¡bendito sea ese espíritu de todos los espíritus libres, la tormenta que ríe, que sopla polvo a los ojos de todos los pesimistas, purulentos!
Vosotros hombre superiores, esto es lo peor de vosotros: ninguno habéis aprendido a bailar como hay que bailar - ¡a bailar por encima de vosotros mismos! ¡Qué importa que os hayáis malogrado! ¡Cuántas cosas son posibles aún! ¡Aprended, pues a reíros de vosotros sin preocuparos de vosotros! Levantad vuestros corazones, vosotros buenos bailarines, ¡arriba!, ¡más arriba! ¡Y no me olvideis tampoco el buen reír!
Esta corona del que ríe, esta corona de rosas: ¡a vosotros, hermanos míos, os arrojo esta corona! Yo he santificado el reír; vosotros hombres superiores, aprendedme - ¡a reír!.

Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra.

martes, 26 de enero de 2010

Test de facultades mentales intactas.

"Test de facultades mentales intactas". Este es el nombre de una aplicación opcional de Gmail que aun está de prueba, es decir, las puedes probar pero no te aseguran que funcione bien, o se cubren las espaldas en el caso de que funcione mal. Internet me sorprende, cada día más. Siempre que investigo hay algo nuevo, algo que no conocía o algo que ni siquiera pensaba que existiese, o que fuese necesario. No se si esta nueva aplicación será necesaria o no, pero me sorprende. No hace más que confirmar el dicho "hay gente para todo". La aplicación funciona de la siguiente manera. Si tratas de enviar un correo a horas poco propias el programa te va a pedir una serie de ejercicios aritméticos para determinar tu estado mental, aunque más bien suena como un pseudo-control de alcohol/estupefacientes. ¿Para qué iba a querer uno eso?, pues en la misma foto se te explica, para no arrepentirte después, es decir, es un límite o una restricción autoimpuesta a tu propia gilipollez. Así si vas muy borracho o muy pasado para decir cosas que te apetece decir pero que en el fondo sabes que no debes, el programa (o tú mismo) te pone un freno, te avisa; - "Gmail informa, va usted pedo".

La cosa tiene guasa. Sin duda. Un profesor decía muy cabreado lo siguiente. Cuando reflexionaba sobre el consumo de alcohol o drogas en la alegación a juicio como causa eximente él se exasperaba y decía -"¿Cómo que eximente? Más bien agravante". El criterio puede tener parte técnica, médica. Pero, pienso, de algún modo que cada cual cargue con su estupidez, sin remisión. Cada uno hace lo que hace porque quiere hacerlo, no hay excusa legítima ni justificación. Puede haber arrepentimiento pero si lo hicimos, lo volveríamos a hacer.
Menos mal que esta aplicación está en fase de prueba, de momento seguimos teniendo derecho a no ser capaces, de vez en cuando, de resolver una multiplicación para enviar un email. Sin embargo, también es curioso que cuando estamos en este punto de imposibilidad para el cálculo o para el movimiento motor, somos capaces de tomar iniciativa, de actuar, de dar un paso adelante y lanzarnos. De una borrachera pueden salir tanto una bronca como una noche inolvidable, lágrimas o sonrisas. ¿Contradicción?. Las sensaciones del amor y el odio son indistinguibles (técnicamente) en la monitorización de las ondas cerebrales. Son antagonistas, contrarios, pero no contradictorios.

Para ser sincero esta aplicación seguirá inhabilitada en mi Gmail. Como decía Sartre estamos condenados a ser libres. Esto quiere decir que la esencia del hombre parte de su existencia, y será lo que cada hombre haga con ella. Por esto la esencia humana es la libertad, y su condición el proyecto. El hombre será lo que haga con sus actos y sus decisiones, ni más ni menos. Dice Sartre : “Solo hay realidad en la acción...El hombre no es nada más que su proyecto, no existe más que en la medida en que se realiza, no es, por lo tanto, más que el conjunto de sus actos, nada más que su vida”*.

Me he arrepentido de algo dicho o hecho al día siguiente y hay cosas de las que no me arrepentiré. Pero si hice o deshice fui siempre yo, para bien o para mal. Asumo así mis culpas y mis triunfos, sin pretender escapar a la causalidad.
Sin más.

*J.P. Sartre: El existencialismo es un humanismo.

miércoles, 13 de enero de 2010

Cada día veo menos, cada día veo más.

Cada día veo menos. Las gafas que antes usaba tan solo para leer comienzan a hacerse imprescindibles para mirar la pantalla. Dicen que con los años la visión pierde luminosidad y todo es más oscuro de lo que es en la juventud. Más fascinante aún son los ojos de los recién nacidos. Son líquidos, gelatinosos. Con el paso del tiempo se van solidificando hasta adoptar el estado, la forma y el color que les serán propios de por vida, a tenor de las lentillas de colores, sin duda uno de los inventos más horteras de la humanidad. El que cada día ve menos es mi abuelo. - Cada vez menos, y más sombras- dice. Para leer necesita gafas gruesas y una lupa. Solo así consigue distinguir los caracteres y las fotos de los libros de mi habitación que tan gustosos recibe, mientras me hace compañía en mis tardes de estudio. Ambos pasamos las tardes en un cuarto que da a la calle, cada uno con su libro, mientras afuera llueve. Fumando como si el mundo acabase al pasar la página. Él Bull Brand, yo Golden Virginia o Lucky Strike. Yo libros de derecho o de filosofía, él libros de la Transición, el franquismo o la Segunda Guerra Mundial. - Los conozco a todos- dice. Lleva razón. No obstante ha vivido dos monarquías, dos dictaduras, una república, una guerra, una posguerra, una transición y una democracia. Ha pasado hambre, ha visto fusilar a gente, sus hermanos han muerto de "pulmonías" o de "resfriados", o de cáncer, cuando antes no era un diagnóstico sino una suposición que daba nombre a lo que los médicos no sabían con seguridad. Es bisabuelo y fuma dos cajetillas diarias. Un cigarro tras otro, literal, cuando fuma enciende uno y después otro, hasta los siguientes dos, y así otra vez, y otra. Hace tres intentos para levantarse de la silla, pero siempre lo consigue sin ayuda. No se queja, no se pone nostálgico ni melancólico. Tampoco da trabajo, él hace sus cosas y ayuda en la medida que puede con el de los demás. Sin duda, la nota dominante de su senectud es el buen humor. Elogiable. Envidiable.

Nos llevamos sesenta y un años, seis meses y trece días. Su visión es más oscura, sus ojos están más sólidos que los míos. Quizá la visionado te endurezca los órganos y te oscurezca el pensamiento. Es científico o es poético, qué más da ser poetas o médicos cuando ya no hay futuro sino presente, cuando ya no hay planes, proyectos, ni ilusiones de ser tal o cual persona el día de mañana. Supongo que en la vejez eres quien eres y no hay vuelta atrás. Seguramente no haya ni orgullo ni vergüenza por contemplar la persona en quien te has convertido. Quizá no estés cansado de la vida pero puede que ya no te queden fuerzas para más, ni siquiera para soñar. Entonces pensar en la muerte es hacerlo como una posibilidad posible más que una improbabilidad hipotética y no noto en mi abuelo ningún rasgo de agonía, de desesperación o de tristeza. Más que resignación lo suyo es un estado de serenidad. Quien más y quien menos con su edad habrá vivido lo suyo, habrá sido feliz o no, habrá llorado y sufrido seguro, como nadie, y de una manera u otra estará en paz consigo mismo. Nada tendrá la importancia de otros tiempos y lo que te importa entonces te sería impensable sesenta años atrás, o cuarenta, o veinte. Cinco incluso. Verte sin fuerzas debe joder, sentirte un esqueleto, inerme, pero no doblega.

Dice Jorge Manrique (1440-1479) en las Coplas a la muerte de su padre lo siguiente:

No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
porque todo ha de pasar
por tal manera.


miércoles, 6 de enero de 2010

Los reyes existen !!!!





Algo extraordinario acaba de suceder. En realidad han sido dos cosas estupendas las que se han sucedido, en un breve espacio de tiempo. La última, esta misma tarde, un hecho que, en conexión con otro primero, no hace sino confirmar el tremendo poder de las casualidades. Leí una vez una cita (creo que era de Einstein, aunque no estoy seguro)que decía que Dios se servía de las casualidades para encubrir sus actos. No creo en Dios pero si durante mucho tiempo creí en los reyes magos. Quizá sea otra casualidad que este segundo hecho haya sucedido tal día como hoy, o quizá no.

La cuestión. Me encanta la fotografía pero por avatares económicos jamás he podido comprar una buena cámara. La primera casualidad (de carácter menor con respecto a las que siguen) fue que encontrándose mi hermano en Rumanía pudo comprarme una cámara bastante en condiciones a precio más que económico (a la derecha en la foto), unos 60€, que aun le debo, no es casualidad. La otra casualidad fue aún más sorprendente. En uno de mis viajes, en Cartagena, comía un bocadillo en el puerto deportivo. Cuando me iba fui a tirar los restos a una papelera cercana y junto a ella, esperándome sobre un banco, sola, estaba la segunda de las casualidades que vienen hoy a cuento. Una cámara digital, compacta, de bastante definición, que para la época en que esto ocurrió costaba unos seiscientos euros (a la izquierda en la foto). Fumé un cigarrillo junto a mi nuevo hallazgo esperando a su dueño con la intención de devolvérsela si éste aperecía. Tras un tiempo prudente me marché, no sin cierta culpa refleja del tarado en cuestión que olvidó tal presente, convertido este para mi en una gratificante casualidad. Le presenté a su, desde entonces, compañera rumana (aunque en realidad es japonesa; Ricoh) y desde entonces fuimos tres.

Un año más tarde el único cargador que conseguí encontrar para la "cartagenera", de entre los más de un millón mal llamados "universales", se rompió. Intenté conseguir otro igual e incluso el original, pero nuevamente el precio se escapaba de mis posibilidades. Me resigné a que los tres fuéramos desde entonces dos y destiné a la digital al fondo de un cajón con el fin de canjearla en uno de mis habitulares trapicheos. No fue así, me dió pena. Simplemento la olvidé en el fondo del cajón durante más de un año, hasta que de nuevo... casualidad, pero todavía hay más antes de esto.
La cámara rumana, que tan buena me ha salido, con la que tanto he disfrutado y de la que han salido buena parte de las fotos de este blog se estropeó el pasado verano. Cuando iba a hacerle una foto a mi hermano en Lisboa, simplemente pasó a mejor vida. Todos sus botones y manecillas que estoicamente habían resistido desde el año 1950 en que fueron ensablados se desconjuntaron, se volvieron blandos e inútiles. De pronto los dos que fuimos tres nos quedamos en uno. Me invadía la nostalgia cada vez que en un viaje me veía haciendo fotos con el móvil o con una cámara prestada para la ocasión.

Casualidad ! Casualidad ! Casualidad ! Música en mi corazón ! ¿Causalidad?, lo dudo. Estas navidades mi hermano me dio la primera de las sorpresas. La cámara rumana no estaba rota, simplemente estaba atascada. Un honrado artesano lisboeta supo hallar el problema y lo solucionó sin querer nada a cambio. Solo era un grano de arena que había atascado el circuíto, previsiblemente arena de Cádiz. De repente los tres que fuimos dos y depués uno volvimos a ser dos. Músic in my heart!!!!. Lo más sorprendente pasó hoy. Mientras hablaba por teléfono (con quien parece que no se va, sino que nos vamos juntos) rebuscaba sin ningún fin en un cajón de mi habitación. "El cajón de los cables", como yo lo llamo. Ahí se encuentran una gran cantidad de objetos electrónicos sin utilidad. Ahí precisamente estaba mi cámara cartagenera. La he cogido y le limpiaba el polvo mientras hablaba por teléfono. De repente se me ha ocurrido algo absurdo, probar si el cargador de la PSP (que igualmente aguarda rota a la espera del trueque) funcionaría con la digital y ... adivinad: Bingo! Casualidad! Music in my heart! Funcionó.

Los tres que fuimos dos y después uno y después dos volvemos a ser tres. ¿Casualidad? Quizá, el caso es que la alegría me ha hecho creer de nuevo en los reyes magos. Estas navidades dos cámaras de fotos. ¿Se puede pedir más? No se, por hoy me conformo. Dos cámaras a coste cero, eso es más que encontrar un billete de cincuenta por la calle, más que coger un vuelo pagando solo las tasas, más que encontrar dinero en los abrigos tras el verano.

Music in my heart, one more time !!!