domingo, 18 de julio de 2010

Ignorantes.

Nacemos en la más completa de las ignorancias. Desconocemos tanto nuestro parentesco y filiación, como el país en el que vivimos, nuestros apellidos, dirección, ciudad, código postal. Simplemente tenemos conciencia de nuestro ser, y éste sólo toma consistencia a través del tiempo y del ahora cuando alguien decide darnos un nombre, un signo que refiere a nosotros, una palabra, un sonido que nos identifica, ante nosotros y ante todos. Nombre, más apellidos, signos restrictivos que conducen a la unicidad de quien tenemos delante, de quien nos habla o nos escucha.

Nuestras vidas son el conjunto de nuestras ignorancias, curioso porque somos todo aquello que desconocemos, aquello que no podemos saber ahora y que cuando lo sepamos ya no tendrá validez, ni nos será útil, quizá tampoco relevante. Somos lo que desconocemos, nos configuran nuestros errores que no son tales sino más bien actos precedidos de una información imperfecta. Palabras acortadas, miradas que esquivan lo que son. Tendemos a confiar en nosotros, en nuestro instinto, en nuestras emociones, sin saber que nuestra cerrazón y el inútil sentimiento de omnipotencia acallada por el orgullo inconsciente de ser nos llevan al error, al fallo, a la posterior desesperación y rememoración de todos y cada uno de los hitos que nos llevaron a ser lo que ahora somos, buscando con insistencia y desesperación el hecho que nos exculpe, que nos exima de responsabilidad para poder pensar en nosotros mismos con una pesadez menos asfixiante. Anhelamos la levedad, la fluidez y la desconfianza, ya nadie quiere ser siendo sino ser sido. Se rechaza el riesgo y se potencia el mérito y el homenaje, y seguimos ignorando el por qué.

Somos ignorantes sin remisión. Ignoramos lo que querríamos saber sin saber qué es aquello que no queremos ignorar. Nos gusta porque desconocemos no sólo su contenido sino su forma. Lo otro, el sexto sentido del que desconocemos su utilidad o su sensación.

Ignoramos para amar y para querer, a sabiendas de que sabiendo la cosa no tendría tanta gracia, a sabiendas que el "tú" aminora el sentimiento de vacío del "yo", el precipicio de la desorientación en el lugar de nuestras vidas, a sabiendas de que saber es un privilegio que nos está vetado, por ignorantes.

Ignorantes somos deseosos de saber, sin saber que quien ignora también confía en quien también ignora, aunque no lo sepa. Sin embargo dos mentiras no hacen una verdad ni dos ignorantes un sabedor. Por ello la ignorancia tiene la doble cara de la tragedia y de la comedia, de la vida y de la muerte, del amor y del vacío. Confiar es subvertir nuestra ignorancia e investirla en acto heroico de quien echa el resto y le pasa su cargamento a quien viene detrás, siempre detrás. Si no ignorásemos no podríamos vivir, sería todo demasiado desesperante, demasiado lúcido. Sin embargo tampoco podemos vivir cómodos en la ignorancia.

Somos ignorantes que queremos saber, sabiendo sin embargo que no se puede saber y vivir, confiamos nuestras ignorancias porque no confiamos en nuestro ser ignorante.

Ignoramos, confiamos, sabemos, queremos.

miércoles, 14 de julio de 2010

1º ANIVERSARIO "MIRADAS AL TECHO"

GRACIAS POR TODOS VUESTROS COMENTARIOS, POSTS, SUGERENCIAS, DESVARÍOS, SALUDOS, RÉPLICAS, ETC....