viernes, 26 de noviembre de 2010


- Hombre señor López, cuánto tiempo sin saber de usted. Ya me estaba empezando a preocupar. Pensé en llamar a su casa para ver si se había puesto usted enfermo.
- No se preocupe señor Pérez. Sólo estuve de vacaciones.
- ¿Viajó a algún sitio? ¿A ver a la familia quizá?
- Nada de eso. Me quedé en casa, sin salir, al abrigo del brasero y en la rutina de los libros. Verá. Estaba ya dándole vueltas a una retirada a tiempo. Llevaba ya demasiados meses andando a pijo sacado por las calles, con prisas siempre por las cosas más estúpidas. Así que decidí pararme, coger aire, y salir corriendo nuevamente como un niño, con todas las fuerzas del mundo. En eso he estado estas semanas, cogiendo aire.
-¿Respirando?
- Exacto. A veces me falta el tiempo, y el cerebro se me llena de cosas absurdas, a las que por inercia acabo dándoles importancia. Uno es crítico, y se empeña a serlo oiga. He leído a Marx y a Horkheimer, pero a veces me le escapa la ligazón entre la acera y los libros. Por eso los poetas necesitan silencio.
- No sabía que fuese usted poeta señor López.
- Todos lo somos, lo que ocurre es que muchos no ejercemos. Me incluyo.
- Conociéndole como le conozco, atisbo a entender que su retiro parcial se ha debido a algún hecho grave, de esos que le hacen huir, esconderse del tiempo para pensar con calma lo ocurrido, para después volver a los segundos y los minutos con esa mirada tan suya, la que parece tener las respuestas a todas las preguntas, incluso las no formuladas. Dígame, en qué han andado ahondando sus anodinos pensamientos anónimos.
- En todo y en nada, la verdad. No fue un hecho lo que me hizo salir corriendo, señor Pérez. No hubo tal delito flagrante, ni desengaño, ni muerte trágica o acontecimiento lo suficientemente potente que me pusiese en huida. Fue más bien una ausencia. Me pudo la rutina, el todo va bien, el según lo previsto, la falta de contratiempos y sorpresas. Uno los detesta tanto como se acostumbra a ellos y acaba deseándolos, pese a saber que en ocasiones le serán desagradables.
No hice nada señor Pérez. Simplemente me desperté una mañana y no me convenció lo que había más allá de sacar un pie. Eché cuentas y entre el sueño y el afuera decidí quedarme durmiendo un rato más, no mucho. Después, me dije, en pie y a otra cosa . Así lo hice. No fui a trabajar, ni contesté a las llamadas ni resolví aquellos asuntos pendientes que, en principio eran urgentes y dependían de mi responsabilidad. Al final se demostró que ni lo uno ni lo otro. Ya ve, todos somos contingentes, nadie necesario, ni los alcades.
- Jajajajaja, qué gran película.
- Entre las mejores del cine español, sin duda.
- Y a qué se dedicó en ese mientras, en el espacio habido y entre la pausa y el salir corriendo como un niño.
- A las chorradas más inútiles e intrascendentes y que, sin embargo, ansiaba hacer. Paseé, toqué la guitarra, leí, leí mucho. Novelas sobre todo, ni ensayo ni filosofía ni periódicos ni esquelas. También poesía.
-¿A quién?
- A Machado. Campos de Castilla.
- Un buen plan, desde luego. Le tengo hasta cierta envidia sana.
- Aprendí a degustar el sabor dulce de lo inútil, de lo intrascendente. Nada es vacío si al mismo tiempo tratamos de buscar algo más que la utilidad práctica, la eficiencia o la idoneidad. Siempre hay un temple, una llamada del acto a quien lo ejecuta. Un reflejo del cariño que ponemos, como poetas, en aquello a lo que orientamos nuestras pasiones.
- Las pasiones.... qué término tan amplio y tan vacío a la vez.
- Pasiones. Al fin y al cabo son interpelaciones del propio espíritu, del propio ser. Mensajes indescifrables que se nos aparecen como un sentimiento, como una sensación de placer o displacer que nos llevan a ahondar en ello, en lo que sea. Cosas en principio vacuas pero en las cuales descubrimos que nos va la vida en ello en cuanto las tocamos, las manejamos. Creamos las pasiones, ellas nos encuentran pero somos nosotros quienes les damos curso, existencia.
- Y cómo se siente ahora, tras respirar y salir corriendo.
- Como un niño.
- ¿Entusiasmado?
- Aburrido. Necesito un juego nuevo.
- Y qué fue de las pasiones.
- Las pasiones siguen, son más un "ethos" que una "techne". La potencia sigue, el contexto varía. El acontecimiento continúa, se transforma, crea otros acontecimientos, otras emergencias de sentido. Y así un día más. Feliz de ser consciente de esto, de saber saber querer lo detestable.
- Bellísimo eso que dijo. ¿Y su hija?
- Bien, esta mañana me dio un beso, y salió corriendo.

Photo; J. Doménech.