domingo, 19 de septiembre de 2010

Me gusta guardarme un poquito de ti cuando me das un beso. Para cuando voy, para cuando vuelvo. Para el camino. Ese dulce placer de saborear otros labios que se alejan pasos atrás, en dirección contraria, pero que se sienten cerca cuando muevo los míos, y noto tu boca, que ahora está, que ahora no. Que se va.

Un beso es un segundo muerto, un cerrar los ojos consciente de que el mundo se detiene, deja de girar por un instante, y no hay nada. Todo es calor y tu beso, tu piel y tu beso, una caricia y tu beso. Nada más. Cuando abro los ojos tú sigues ahí, y el universo sigue su curso, pero el beso se va, queda su sabor, pero desaparece... ya no es, ha sido. Y así, con esas cosquillas de memoria y ese tacto que no es el mío sigo danzando, hasta el siguiente. Como si el mundo parase, o como si fuese muy rápido, depende. Cuando cierro los ojos sólo estás tú, y tu beso. Y nada más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario