
Iznalloz es un pueblo de Granada, de pasada para mi. Siempre lo he bordeado cuando iba o venía de o hacia Granada, y salvo una vez que tuve que ir por la carretera cruzando el pueblo, para mi siempre ha quedado a mi izquierda o a mi derecha por la A-4 hacia otro lugar.
Junto a dicho pueblo hay una vía de servicio todo en uno; gasolinera, hotel, bares, restaurantes, tickets para el ferry, tienda de artículos de caza, productos de la tierra y más cosas si me apuras. Junto allí, como decía pasa la autovía dirección Granada y también confluye el desvío por carretera hacia La Peza, carretera que acorta el camino hacia Almería. Por ello la vía de servicio es la leche, siempre llena de gente a la hora que se pare uno. Coinciden a pie de barra tíos recios que se van a barear aceitunas con trajeados en dirección a la capital, estudiantes de fin de semana, fiesteros de la Copera (inconfundibles), guiris con la estampa de Sierra Nevada en la jeta, marroquíes con jaima improvisada y Harissa con el útero hasta arriba de grifa. Panorama pintoresco cuanto menos.
Un desprecio tan indirecto como visceral es el que encierra esa aporía, esa patraña del progreso, la tecnología, el todo ahora, bueno, bonito y barato, el usar y tirar, los envases individuales hasta en las galletas, la propaganda que dura en la mano tres segundos y luego a la mierda, el "do it yourself" y su puta madre. Todo lo que tiene interés tiene así precio, y las formas importan más que el fondo, y no, eso no es así, que se lo digan al tío que tengo al lado, mientras desayuno, con pena, o más bien con sueño.
Manda huevos, pienso yo. Pago y sigo, y adios muy buenas.