viernes, 9 de septiembre de 2011

- Nacer, querido Pérez, nacer nacemos todos con un pan debajo del brazo, como dicen los mayores y el refranero popular. Sin embargo conforme vamos creciendo el pan se pone duro, el corazón se nos pudre y poco a poco, todos y cada uno vamos tomando la peor de las vías posibles, aquella que nos confunde la decencia con el poder vivir y sin saberlo vamos asumiendo todo aquello que honradamente deberíamos odiar con toda nuestra alma.

- No le falta razón Fernández, no le falta razón. No obstante debo discrepar en aquello que dijo de la peor de todas las vías posibles. Que usted diga eso viene a afirmar, o lo que es más grave, viene a usted a ratificar con rotundidad, que existe una vía mejor que otra, un criterio de clasificación y por tanto un orden de prelación entre lo bueno y lo malo, lo mejor y lo peor. Al fin y al cabo eso es el axioma más remoto y atávico que defiende la existencia de Dios, y hasta donde le conozco, y ya son unos años, siempre le he tenido por un lúcido agnóstico y un ingenuo enamoradizo.

- Dios no tiene aquí cabida querido Pérez. Si Dios existiese no nos serían necesarios ni órdenes de prelación ni criterios. Todos nadaríamos en un magma de felicidad color rosa pastel en el que flotaríamos entre esencia de azahar y texturas de terciopelo. Y sin embargo, mire, parece que va a llover.

- ¿A dónde quiere llegar Fernández?

- Si me invita a un cigarro se lo explico.

- Lo lamento, ya no se puede fumar aquí.

- Vaya, entonces hablemos de fútbol.

- Si. Hablemos de fútbol.

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