miércoles, 5 de mayo de 2010

Huérfanos de padre y calle.


Ahora estoy demasiado lejos de las que en este momento deberían ser mis calles, mis mujeres y mis amigos. El café es infinitamente peor y las rutinas que al fin son lo que uno es, quiera o no reconocerlo, son sumamente peores, dignas de menos respeto del que uno quisiese para si mismo. Los libros siguen siendo los libros, ventanas a lo incierto, a la vida que se dejó pasar por un si o un no, o por decir un ¡ahora!, o más bien por un hacer. Elecciones. Elegir es siempre un hacer, y el no hacer nada es también siempre un elegir, si no eliges no haces nada pero al mismo tiempo haces todo, quizá todo lo que no hubieses querido hacer. Si uno no sigue todo sigue sin él, y sigue igual. Decidimos y erramos, nos equivocamos a cada paso que damos y sin embargo seguimos considerándonos dignos de nuestro propio respeto, merecedores de premios y atenciones que si nos parásemos a pensar rechazaríamos. Cada cual tiene su metro, su nivel, su criterio y su rasero, y cada cual tiene la habilidad de transformarlos a tenor de las circunstancias, esperando que esto sea lo mejor para tal cosa. No nos sirve un criterio único, ya Dios murió y nada parece equiparar su estatus ni sus funciones. Somos huérfanos de padre y calle perdidos en un inmenso laberinto al que no le vemos la salida ni el sentido y sin embargo seguimos buscando una luz al final, prevista pero incierta al fin y al cabo. Nadie nos dijo que sería fácil.

Nuestros padres mintieron, eso es todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario