
FREUD, SIGMUND: El malestar en la cultura.
"No te preocupes, el desamor siempre es así. Sin darte cuenta comienzas a añorar lo que antes era invisible, empiezas a extrañar lo que antes era olvido. Vives de miseria, de recuerdos, de ansia de volver a lo que antes era. Pero nunca pasa. El desamor es una constante angustia. La melancolía y el dejarte llevar por los pensamientos dolorosos son malos compañeros de viaje. Siempre te acaban jodiendo. Al final lo único que puedes hacer es tratar de soslayar esos pensamientos, hacerte ver de que no importan, que no existen, que no son reales. Pero no sirve. Con el desamor ocurre como cuando tomas consciencia del acto de respirar. De repente, lo que hasta entonces ha sido un acto involuntario que no ha copado ni una ínfima parte de tus pensamientos pasa a ser algo de lo que te tienes que encargar, una carga más sobre tu espalda dolorida. Ya no puedes respirar si no respiras, si no te dices a tí mismo –yo respiro, yo estoy respirando, ahora, inhalo, exhalo, inhalo....- Sabes que es algo que pasará, que de repente volverás a respirar nomal, sin darte cuenta. Pero no sabes cuándo y no puedes saberlo porque el intertar dejar de lado algo que es consciente conlleva en sí mismo el tenerlo más consciente que nunca. La tormenta que no cesa. Dices –no, no- y piensas en algo alegre, algo práctico, un problema matemático, nada de hombres ni de sentimientos. Quieres pensar en algo que esté en otro plano, en otro registro. Pero la intención de centrarte en un pensamiento para minimizar otro que ya está actuando es inútil, solo demuestra la necesidad de tu agonía y la suficiencia de tu desamparo. Con eso sobra. Solo queda llorar, de momento solo eso. No hay después."
RAFA GISBERT. Inédito.
Ya se acabaron las vacaciones, o por lo menos las que molan, esas que te mantienes despierto en todo momento, en que todo es nuevo y digno de atención, cuando todo tiene un interés inesperado, incluso lo más nimio. Todo eso ya acabó, de momento. Al dejar atrás Portugal olvidé todo eso en la frontera, lo tuve que dejar unos kilómetros antes de la aduana, por miedo al decomiso y a la multa. El buen humor de los demás está bien como anécdota, pero no como costumbre, o así nos han educado.
Aun quedan un par de semanas para empezar a trabajar y aquí solo queda rutina, vida diaria, donde nada despierta el interés de hace dos semanas, un café es un café, y nada más, una chica que se cruza en sentido contrario en el paso de peatones no pasa de la imaginación guarra mientras la estás viendo. Cuando te sobrepasa y nuestros caminos no coinciden pues ya está, a otra cosa. Ahora todo es aburrido. Quiénes son los aburridos, las cosas o las personas, supongo que los dos, pero más las personas, porque lo son y hacen serlo a las cosas. Si, las personas, y por partida doble. La cerveza solo sabe a cerveza y los cigarros copan más el ansia que el entusiasmo. Si, somos aburridos, y por eso nos aburrimos. Aun así si que queda un resto de interés, el de aquel que quiere ponerlo y dota a la mirada de una dimensión propia en la que busca lo que él pretende encontrar. Así y todo los días son agotadores y las miradas al techo se hacen más por costumbre que por necesidad. Qué aburrimiento. No es tan grave. Al fin y al cabo Schopenhauer decía que nuestras vidas transcurren entre el dolor producido por el deseo insatisfecho y el aburrimiento de la victoria conseguida. Es decir, que no es nuevo esto de digo, aunque si se entiende bien lo que quería decir aquí Schopenhauer la idea de fondo no es más agradable ni más halagüeña.
Siempre nos queda el recurso de quejarnos y decir ¡Cómo me aburro!.
(Prometo seguir con esto).
Hoy miramos al techo a la vez que escribimos. Es tarde, pero no demasiado. Ya volví de Lisboa. Seis horas en coche cruzando Portugal y Extremadura y ya estoy de vuelta.
Parece que se acabaron las vacaciones, o por lo menos las que molan, esas en que estás de viaje y cuando vuelves tienes algo que contar, una ocasión para ser escuchado, y agradecido por parte de los más cercanos. Hoy hablamos de hermanos. Los hermanos son los que por ley están obligados a estar pendientes de nosotros durante toda su vida, o mientras dure la nuestra. Es una tarea larga y pesada, por eso no todas las personas aceptan tal destino. Los amigos son amigos mientras lo son, forman parte de nuestras vidas mientras quieran, o mientras nosotros no los apartemos de ellas. Los lazos familiares son más fuertes, no por tradición sino de manera natural, son los rostros de nuestra infancia que aun hoy permanecen presentes. Y ante todo los hermanos. Si somos realista, aunque duela, sabemos que Papa y Mama morirán algún día y que por edad, con quienes siempre podremos compartir el tiempo es con los hermanos.
Javi es mi hermano. Hace años que no pasábamos tiempo juntos, ha sido una semana, solo siete días. Pero con él he descubierto que con los hermanos jamás se pierde la naturalidad. Nos hemos criado juntos, solo nos llevamos cuatro años y aun así, aunque desde hace más de diez años ya no vivimos en la misma casa, jamás hemos perdido el trato directo, sin mediación. Con los hermanos sobra la narración de nuestras vidas, el contarnos cómo te va, qué has hecho, a quién has conocido. Los hermanos tenemos esa inmediatez en el trato por el cual podemos saber qué le bulle al otro en la sesera al momento. Da igual que pase un año o que pasen diez, con más o menos pesar son parte de nuestra vida, como dije, son los rostros del ayer que aun hoy nos son presentes, y más aun, los que sabemos que lo seguirán siendo en el futuro. Por eso los hermanos no pueden ser amigos, porque tratarse de esa manera supondría rebajarse el estatus. Sería casi un insulto. Un hermano es parte de uno mismo. Ya seas el mayor, el pequeño o el del medio, con los hermanos siempre se tiene una relación especial, son los primeros rivales y los primeros colaboradores, son quienes deben aguantar nuestros vertidos de sinceridad, quienes se ven obligados a dar consejo u opinión, quienes consuelan y quienes castigan. Lo son todo a la vez, como un alter ego, a quien se debe lealtad, aunque estén lejos y llamen poco.
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